El día que empecé a correr, un año después

 

Estoy muy feliz. Hace una semana, el domingo pasado corrí mi primera media maratón. 21,097 metros. 210 cuadras.

Lo importante es mirar atrás, hace exactamente 365 y una semana empezaba a correr. De a 100 metros a la vez. Era una persona sedentaria pesaba más 95 kilogramos y de hacer actividad física mejor ni hablar porque eso es para locos… Pensaba en mí interior. Quién lo diría…

Y casi como un desafío viajero. Mi amigo Juan Manuel con quien compartimos la pasión por viajar (y ahora el running) me dice «el primer fin de semana de octubre es la carrera de (ex) LAN, si la corres te dan 1.000 km de viajero frecuente». Me maté de risa. ¿Yo correr? ¿Actividad física? Bueno, todo sea por los kilómetros/millas. Dije «vamos a intentarlo». Con su ayuda en un mes corrimos los primeros 5 kilómetros de mi vida. Y encima me dieron kilómetros de viajero frecuente. Fue un viaje de ida…

Me re enganche. Ese año hicimos 8, 10 kilómetros… Vino el verano, seguía enganchado. Claro tenía más tiempo que en la época de mayor concentración de actividades.

El domingo hicimos la Media Maratón de Buenos Aires. Multiplique por 200 ese primer intento que hacía dando vueltas manzana.

Fue una semana previa cargada de nerviosismo. El domingo anterior corrí 18 kilómetros. Me decían, ya estás listo. Para convencerme al otro día salí de vuelta, dos días después de nuevo. Necesitaba auto convencerme. El jueves dije basta. Estoy cansado, que Dios me ayude. Viernes y sábado trabaje a full. Ensayos, conciertos. Sábado a la noche vino mi papá a cenar, le dije hay fideos. Quiere tuco. Yo digo aceite y ajo. Se vivieron momentos de tensión dirían en Twitter 😉

Dormí pésimo. Me despertaba cada media hora por medio a quedarme dormido. Me despierto por última y definitiva vez. Serían las 5.10 AM. Desayuno bien. Me pego una ducha «porque quiero estar bien despierto». Salgo a tomar el 107 (que jamás pasó…). Los grupos de jóvenes (o al menos más jóvenes que yo :p ) venían de bailar. Me miraban a mí y a otro corredor que esperábamos el colectivo. Ellos vestidos de boliche, nosotros de zapatillas y shorts. Hacían 4 grados. Estaba nervioso. Se aproximaba la hora de encuentro con Juan y el colectivo no venia. Plan B. Tomé dos líneas distintas y en 15 minutos llegue. Recién empezaba a clarear, y las primeras luces del alba se mezclaban con nubes que amenizaban el paisaje y amenazaban con mojarnos en nuestro recorrido por los emblemáticos lugares de la ciudad.

7.25 AM todo listo. 7.30 largan los primeros. Una multitud, 10 minutos nos tomo llegar al arco de largada. Más de 22.000 personas. Una locura. 8 Teatros Colón, 55 Boeing 747… La comparación mental me deja obnubilado.

Empezamos a correr como quien no quiere la cosa llegamos a los 5km. Primer puesto de hidratación. Se despeja el cielo. Llegamos al museo de Bellas Artes con sol. Y frío, por supuesto. En medio de la multitud, la pasamos bien. Van pasando los kilómetros y quiero acelerar. Juan me dice varias veces «sosegate que falta». El entusiasmo que tenía dentro era el combustible más eficaz.

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Ya habíamos pasado la Plaza de Mayo, el Teatro Colón. Estamos ya arriba de la autopista Illia. Subida y bajada. Subida y bajada. Nos matamos de risa con una señora que sus necesidades fisiológicas le hacían reclamar un baño. O un pito. (Señora anónima dixit).

Cuanto contraste. Retiro, la Villa 31, la vertical de la pista 13… Pasamos el peaje. Bajamos de la autopista. Faltaba el túnel. Ya estaba cansado. La última subida. Estábamos de vuelta en Palermo. Faltaba nada. Vemos la avenida La Pampa. Con el último esfuerzo aceleramos. Estaba cansado, quería terminar. Quería llegar. Y decir «lo hice». Y de hecho, llegamos. Llegue. Yo ya gane. Ya me gane. Estaba emocionado. A puro disfrute, se termino la carrera. Quisiera de vuelta correr ese último kilómetro y sentir esa adrenalina de la autosuficiencia. Ese día, el cansancio, la siesta, la alegría, me hicieron pensar mucho. Reflexiones que están en la senda de un año de cambios. Un año que empezó en septiembre del año pasado y no el primer día de 2016.

Me gustaría explicar tres sensaciones que me dieron esta experiencia imborrable. La primera, no sé si se debe a las endorfinas, una sensación de plenitud y felicidad pocas veces registrada en mi. La segunda es que antes mi vocación y mi trabajo representaban el 120% de mi energía. Ahora no. Y rindo mejor. Llámese convicción, oxigenación, o «uh me cayo la ficha de que si puedo. La última es que si yo pude con este desafío físico, si se confía, cualquiera puede llevarlo a cabo. Fui (me gusta en pretérito) sedentario hasta hace un año. Animal de estudio y trabajo. Sobrepeso y energía negativa.

Quizás sea el entusiasmo de haber llegado «ileso» a la meta pero son cosas que tenía la necesidad de contar. Para dentro de uno, cinco o diez años acordarme. Igual dudo que me lo olvide.

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9 comentarios en “El día que empecé a correr, un año después

  1. FELICITACIONES DOBLES JAVIER!!! sos RUNNER y BLOGGERO. Que gran 2016 y todavía estamos en Agosto! Los méritos musicales ya son costumbre pero de eso hay para llenar varios Blogs! Te felicito por tu dedicación. Ponés una meta y no parás hasta alcanzarla. Soy testigo privilegiado de que es así!

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  2. Bienvenido al mundo blogger!!!
    Y nada mejor que comenzar comentando el gran logro que fue convertirte en runner.
    Fue una gran suerte que en el mundo tuitero te cruzaras con Juano, hayas aceptado su sugerencia y comenzaras a ser parte de esa actividad tan saludable.
    Felicitaciones!

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  3. Pingback: El día después de mi primera media maratón  – Afinando variables

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