El día después de mi primera media maratón 

Lunes. 24 horas después de correr 21k. Me levanté, y por recomendación de Martín (mi entrenador) salí a correr tranquilo un poco, para relajar y eliminar el ácido láctico. Y mientras corria me hice la tan temida pregunta: «¿Y ahora qué hago?». “Dejó de correr, total estoy hecho con este logro” #not “bueno me relajo un poco” #not; tenía la adrenalina de la carrera encima, y solo faltaba la chispa de que alguien me dijera «¿y si te anotas en la maratón? Total, “tenés un mes más». Me pareció una locura. Más aún viendo en retrospectiva, porque como decía en El día que empecé a correr, un año después, hace un año me moría de risa del hecho de pensar en correr o hacer actividad física.

Pero me sentía bien. Enérgico y motivado.


Pasa la semana y algunos entrenamientos mezclados con ensayos, sesiones de estudio, y funciones de ballet todas las noches (no, no bailo, toco en la orquesta que acompaña la representación). El viernes me escribe mi amigo Juano y me pregunta si quería ir a San Isidro a entrenar con ellos la mañana siguiente. Le digo «si» porque pocas veces tengo una mañana de sábado libre.

Me encuentro con él y Martín, quien me confirma que el plan era hacer 30 kilómetros o sea 6 vueltas al hipódromo. Estaba un poco asustado. Y al pasar los kilómetros no pude evitar sentirme cansado, todavía estaba recuperándome de la media maratón y había trabajado un montón en la semana.

Llegue a 23. 23 kilómetros.

Era un montón, pero no pude evitar sentirme decepcionado de mí mismo. Tenía miedo de que se quiebre mi motivación. Había ignorado olímpicamente que había hecho 2 kilómetros más que la semana pasada. Transcurrió otra semana con funciones de ballet y un viaje a general Roca que duró 24 horas. Seguía sin poner freno (de hecho sigo igual ahora mismo) a mi nivel de actividad.

Aún no decidía que hacer. Llegó el sábado.

Aunque en un primer momento no sé si me pareció descabellado o imprudente, intentar 25 kilómetros era el objetivo. Nunca había corrido tanto en mi vida. Además, por la noche tenía un concierto muy complicado que me requeriría estar descansado.

No me importó. Salí. Juramento derecho, hasta las barrancas, luego a Palermo hasta Avenida Sarmiento, luego Libertador, General Paz y llegue a avenida San Martín, cerca de la casa de mis padres, con los que había quedado en almorzar. Llegue. Cumplí mi objetivo. Y el concierto a la noche salió muy bien.


Creo que la motivación y la energía que se retroalimenta con las endorfinas forman un círculo virtuoso. Más hago, más energía tengo.

Decidí de todos modos no correr la Maratón de Buenos Aires por dos motivos: primero porque me parece imprudente y prefiero esperar un par de meses más y hacer más experiencia en medias maratones y segundo, y creo que más importante aún, quiero que mi primera maratón sea en el contexto de un viaje. Me gusta en todo momento combinar al menos dos de las cosas que más me apasiona hacer (si son las tres, mejor 😉 )

Y así fue como el día después de cumplir un año de correr, se convirtió en casi un mes donde cada fin de semana estiro un poco más hasta donde llego desafiándome a mí mismo. Si lo logro, consigo una satisfacción. Y si no, también, porque el camino de la vida saludable y las endorfinas, al fin y al cabo no se miden en kilómetros, sino en sensaciones.

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